El martes pasado un Airbus 321 de la aerolínea Daallo Airlines aterrizó de emergencia en el aeropuerto de Mogadiscio, capital de Somalia, con un agujero inmenso en el fuselaje. Todos los pasajeros desembarcaron sanos y salvos del avión, excepto uno.
Un pasajero en silla de ruedas, único desaparecido, podría haber sido un atacante suicida que detonó la explosión que hizo el agujero, a través del cuál fué aspirado.
Su cuerpo en llamas aterrizó cerca de la ciudad de Balad, a unos 32 kilómetros al norte de Mogadiscio.
Se cree que este hombre utilizó la silla de ruedas para eludir las medidas de seguridad en el aeropuerto de Mogadisco antes de detonar el dispositivo, que afortunadamente no pudo derribar el avión. Cómo en el año 2016 un pasajero consigue embarcar en una aerolínea comercial con una bomba es algo que escapa a mi comprensión.
Cada vez que paso los controles de seguridad en los aeropuertos, que en los últimos 15 años han consumido «días» de mi vida, literalmente, me consuela al menos la idea de que voy a volar seguro. Pués parece que no.
Un dramático video fue grabado dentro del avión instantes después de la explosión:
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