Me encontraba en Pisa, así que mis dos alternativas para llegar a la isla de Elba eran volar con Silver Air desde Pisa, o alquilar un coche y cruzar en ferry desde el puerto de Piombino, a unos 120km de dónde me encontraba.
Nota: la posibilidad de manejarse en la isla sin coche no existe.
Hice un par de cuentas y me convenía muchísimo más la segunda, a pesar de la ilusión que me hacía experimentar el Let L-410 Turbolet para 16 pasajeros que vuela a la isla.
Silver Air conecta Elba, además, con Milano, Lugano y Firenze.
La bellísima isla de Elba queda a mitad de camino entre Toscana y Córsega, así que tanto el vuelo como el trayecto en ferry son muy cortos, y demoran menos de una hora en llegar.
SUMARIO DEL VIAJE:
Reporte: Ryanair Boeing 737-800 Economy Class, Girona-Pisa
Reporte: Ferry Moby Lines, Piombino – Portoferraio (Isla de Elba)
Reporte: Un par de días de sol y playa en la espectacular Isla de Elba
Reporte: Ferry Toremar, Portoferraio-Piombino
Reporte: Palaia. De paseo por la campaña Toscana, entre Pisa y Florencia
Reporte: Toiano, el pueblo fantasma, y el asesinato de la bella Elvira
Reporte: Lounge Galilei, aeropuerto de Pisa
EXPERIENCIA CON MOBY LINES FERRY
Llegué al puerto de Piombino unos 40 minutos antes de la partida, y fui a comprar los billetes directamente en las boleterías que estan frente a los amarres.
Las dos compañías que se disputan en esta ruta son Moby Lines y Toremar, con frecuencias permanentes a la isla cada 30 minutos, en lo que puede parecer una competencia descarnada, si no fuera por un pequeño detalle: las dos son del mismo dueño (?)
Decidí entonces probar una a la ida y otra al regreso, para poder compararlas. Pagué 13,80€ por el billete + 33.80€ por el coche, solo ida.
El primer ferry que salía era de Moby Lines, así que compré el billete con ellos, y ya me ocuparía de ajustar mi horario al retorno para regresar con la Toremar.
En concreto, el barco que realizaba el recorrido era el Moby Baby Napoli, una reliquia botada en enero de 1966, y que estaba en ese momento ya atracado en el puerto.
Había viajado ya con Moby Lines entre Cerdeña y Córsega hace algunos años, pero la verdad no conservaba muchos recuerdos. Fue un trayecto corto entre Santa Teresa Gallura y Bonifacio, y en un tipo de barco mucho menor que este.
Embarqué unos 15 minutos antes de la hora programada de partida.
El proceso fue muy sencillo ya que era principio de Junio y había poquísimos coches en bodega. Esto mismo, en Julio y Agosto, puede ser una tortura.
Una escalera te conduce hasta este salón, que viene a ser una especie de recibidor/distrubuidor, en donde hay una serie de sofás y un escritorio de informaciones…. vacío.
Detrás del escritorio, y hacia la proa, se encuentra la cabina principal del barco. Un espantoso salón con filas de asientos enfrentadas entre sí, por donde jamás ha pasado un decorador.
La nota positiva: los asientos son bastante cómodos.
Como el barco iba vacío, los pocos pasajeros a bordo se concentraron en las mesas del bar.
Del lado opuesto del recibidor, y hacia la proa, se encuentra el bar-restaurante, con un aspecto mucho mas agradable.
Ocupa una amplia superficie y tiene muchísimas mesas para acomodarse.
En el centro del salón, un área de juegos infantil para tener distraídas a las fieras durante el trayecto, y con el plus de poder controlarlas mientras te tomas un café.
En la parte trasera del bar, un pequeño salón de entretenimientos con algunas máquinas de videojuegos bastante vintage.
La alfombra que ocupa toda la superficie del bar es lo más simpático del barco, con la ballena del logo de Moby Lines reproducida millones de veces en diferentes colores.
En la planta superior hay otras áreas de pasajeros mucho menores, y ubicadas generalmente en pasillos y otros lugares inauditos.
Desde esta planta accedes a la cubierta, a donde fui a tomar un poco de aire fresco y en donde pasé la primera media hora del viaje.
Aquí algunas fotos:
Entré nuevamente en la cabina por la parte posterior, por un acceso que te conduce directo al bar.
Antes pasé por los lavabos, que no son demasiado atractivos. Cumplen con su función, pero dan algo de cosa.
Regresé al bar, donde una multitud enfervorizada miraba un partido de fútbol por TV. Por suerte no hubo desmanes.
Me senté un rato entre la juventud.
Mientras pasábamos por la Isola dei Topi me levanté y fui a ordenar un café. Ya me había asesorado con locales, que me habían confirmado la buena calidad del café a bordo.
Según ellos, es mejor el café de la Moby que de su competidora Toremar, ya que todos los baristas son napolitanos!
El bar está bien nutrido. Tienes muchísimas opciones para elegir, de sobra para un trayecto de una hora, y con precios muy razonables.
Había un sector exclusivo de cornetti, o croissants. Yo suelo pedirlo sin nada, pero solo los tenían rellenos con crema o con mermelada.
Ok, que sea mermelada.
Aquí mas opciones, ahora saladas, panini, focaccie, piadine, etc.
– Maestro! Un café!
Muy bueno el café, y bueno también el cornetto. Atención a la tacita y cucharita corporativas.
Así pasé mis últimos minutos a bordo de este cascajo, observando la Isla de Elba mientras nos acercábamosa ella, antes de bajar a la bodega.
El desembarque de los coches, que uno espera caótico en un pais como Italia, fue muy ordenado y bien organizado por la tripulación.
Conclusión:
Esperaba algo más de Moby Lines. El hecho de que viajé con el barco vacío puede haber ayudado a que el trayecto fuera agradable en líneas generales, pero solo de imaginar viajar en este barco lleno (220 coches / 1100 pasajeros) me produce vértigo.
El estado general del ferry es malo, y acusa sus 50 años de servicio. El regreso con Toremar fue infinitamente mejor, con un barco mucho mas moderno y en buen estado de conservación.